El plan de reestructura ha sido uno de los más profundos en más de diez años. Desde oficinas centrales hasta áreas operativas, la empresa aplicó recortes a gastos que no se consideraban prioritarios, eliminó plazas duplicadas y renegoció contratos con proveedores, en algunos casos con reducciones cercanas al 15%. La medida no estuvo exenta de impacto, pues se registraron bajas de personal en distintas áreas y ajustes que modificaron la estructura de la compañía.
A pesar de este ahorro, el panorama financiero de Pemex continúa siendo complejo. La petrolera arrastra una deuda superior a los 100 mil millones de dólares, es decir, alrededor de 1.8 billones de pesos, lo que la mantiene como una de las empresas petroleras más endeudadas del mundo. Este pasivo limita su capacidad de inversión y sigue representando un reto para las finanzas públicas del país.
El gobierno federal ha dejado claro que no busca privatizar Pemex, sino hacerlo más eficiente y enfocado en áreas estratégicas como la producción de crudo y la refinación. Actualmente, la petrolera mantiene un nivel de producción cercano a 1.8 millones de barriles diarios, aunque especialistas advierten que los costos operativos siguen siendo elevados y la capacidad de refinación aún no alcanza los niveles deseados.
El entorno internacional juega también un papel clave. El precio del petróleo mexicano ha oscilado entre los 75 y 80 dólares por barril, lo que da un respiro a los ingresos de la empresa. Sin embargo, analistas señalan que el verdadero reto es mantener disciplina financiera para que los ahorros logrados no se diluyan en el corto plazo.
El ahorro de 26 mil millones de pesos representa un respiro importante para Pemex y un logro político para el gobierno de Sheinbaum. Sin embargo, el desafío de fondo está en lograr que esta política de austeridad se traduzca en una empresa más sólida y sostenible, capaz de reducir su deuda, mantener su producción y fortalecer su papel como motor de la economía mexicana.