Durante los primeros meses del año, el oro comenzó a ganar tracción gracias a la combinación perfecta de factores técnicos y macroeconómicos. La debilidad del dólar frente a otras monedas importantes alentó la búsqueda de activos más estables, y el oro, como refugio por excelencia, absorbió gran parte de esos flujos. Al mismo tiempo, los bancos centrales de todo el mundo continuaron comprando oro para diversificar sus reservas, una tendencia que viene fortaleciéndose desde hace dos años. Esto le dio al metal un soporte estructural que reforzó su tendencia alcista.
La Reserva Federal también ha jugado un papel clave. Aunque a principios de año las expectativas apuntaban a que las tasas de interés se mantendrían altas, la desaceleración de algunos indicadores económicos cambió el panorama. El mercado comenzó a descontar recortes de tasas hacia finales de 2025, lo que favoreció la compra de oro, ya que su rendimiento relativo mejora cuando el costo del dinero baja. Este cambio en la política monetaria ha sido una de las principales razones detrás del reciente repunte.
Además, el contexto internacional no podría haber sido más favorable para los metales preciosos. Los conflictos geopolíticos en distintas regiones, la presión inflacionaria y la inestabilidad en los mercados bursátiles han llevado a los inversionistas a refugiarse en activos tangibles. La incertidumbre sobre el futuro del dólar como moneda de reserva global también ha generado interés en el oro como alternativa de resguardo, tanto para gobiernos como para grandes fondos de inversión.
En términos técnicos, el metal ha superado resistencias históricas sin mostrar signos de agotamiento. Algunos analistas sostienen que, de mantenerse esta tendencia, el oro podría alcanzar los 4,000 dólares por onza en el corto plazo. Sin embargo, también hay voces que advierten sobre la posibilidad de una corrección técnica, sobre todo si se produce una toma de ganancias después de un rally tan pronunciado.
Para los operadores de divisas, este escenario tiene implicaciones importantes. En América Latina, un oro fuerte suele ir de la mano de un dólar débil, lo que puede favorecer la apreciación de monedas como el peso mexicano, el real brasileño o el sol peruano frente al billete verde. Además, algunos bancos centrales de la región están evaluando aumentar su tenencia en oro, lo que podría intensificar la demanda interna y reforzar aún más los precios locales del metal.
Sin embargo, no todo es optimismo. Si la Fed decide mantener las tasas altas por más tiempo o si la economía estadounidense muestra señales de fortaleza inesperadas, el dólar podría recuperar terreno y poner presión sobre el oro. También existe el riesgo de una corrección natural después de un avance tan grande. Aun así, la mayoría de los analistas coinciden en que la tendencia de fondo sigue siendo positiva y que el metal dorado conserva un atractivo especial en este entorno incierto.
En resumen, el rally del oro en 2025 no parece ser una simple reacción temporal, sino el resultado de una combinación de factores que podrían seguir vigentes en los próximos meses. Con un mercado que sigue buscando seguridad, una política monetaria más flexible y una demanda institucional sólida, el oro podría continuar brillando. Para los inversionistas y traders latinoamericanos, esta tendencia representa tanto una oportunidad como una advertencia: la clave estará en interpretar correctamente los movimientos del dólar y las decisiones de los bancos centrales, que marcarán el pulso del mercado de aquí a fin de año.