El gobierno mexicano argumenta que el déficit con Asia se ha vuelto insostenible y que la entrada masiva de productos chinos a precios bajos está afectando la competitividad de varias industrias locales. Los aranceles se concentrarán en sectores como automóviles, autopartes, electrónicos, plásticos y textiles, áreas donde las empresas mexicanas enfrentan mayor presión. En algunos casos, el gravamen podría llegar hasta el 50 %, un ajuste que busca dar respiro a los productores nacionales y fomentar la sustitución de importaciones.
Marcelo Ebrard aclaró que esta medida no se dirige exclusivamente a China, sino que aplica para cualquier país con el que México no tenga un tratado de libre comercio. El secretario enfatizó que no se trata de un castigo político ni de alinearse a otros bloques internacionales, sino de un esfuerzo por equilibrar la balanza comercial y salvaguardar el empleo en sectores estratégicos. Según explicó, la mayoría de las fracciones arancelarias no se verán afectadas y la medida solo impactará a productos muy específicos.
La respuesta de China fue inmediata. El Ministerio de Comercio en Pekín anunció el inicio de una investigación para determinar si los aranceles de México constituyen barreras ilegales al comercio. Este proceso podría extenderse varios meses y abre la puerta a medidas de represalia que tensarían más la relación entre ambos países. Aun así, México insiste en que está dispuesto al diálogo y que actuará en estricto apego a las reglas de la Organización Mundial del Comercio.
Para los mercados, el panorama es incierto. Por un lado, la industria nacional podría ganar terreno si los productores locales logran cubrir la demanda interna. Por otro, los consumidores podrían enfrentar precios más altos en bienes de uso cotidiano, sobre todo en electrónicos y autos. También existe la preocupación de que cadenas de suministro que dependen de insumos asiáticos enfrenten mayores costos y retrasos.
El trasfondo de todo este movimiento es claro: México busca reducir un déficit comercial que en los últimos años ha crecido de forma acelerada. El país intenta mandar un mensaje de firmeza a socios externos y, al mismo tiempo, generar condiciones para que la industria nacional no se vea arrinconada en su propio mercado.
En conclusión, la estrategia del gobierno es arriesgada pero apunta a un objetivo concreto: defender la economía mexicana frente al desequilibrio con Asia. Habrá que ver si los aranceles logran el efecto deseado sin desencadenar represalias que puedan frenar la inversión o complicar las relaciones diplomáticas. Lo cierto es que, a corto plazo, esta medida ya puso a México y a China en el centro del debate comercial internacional.