Desde hace meses ya se habla de inversiones multimillonarias por venir, de megaproyectos que conectan regiones y de una estrategia nacional que pretende llevar a México al centro de la manufactura global. El Plan México 2025 se ha convertido en eje vertebrador de políticas públicas que buscan alinear a los sectores público y privado hacia un mismo objetivo: que este impulso no se convierta en una oportunidad perdida.
Este año, el gobierno ha presentado un portafolio de inversiones por cerca de 298 mil millones de dólares, distribuido en casi dos mil proyectos que abarcan desde centros tecnológicos y data centers hasta redes de transporte e infraestructura energética. Empresas como MercadoLibre, Walmart, Netflix y Openbank ya anunciaron fuertes inyecciones de capital en México, con promesas de expansión, generación de empleo y fortalecimiento del contenido nacional. En paralelo, el proyecto del tren entre Ciudad de México y Querétaro, que generará miles de empleos, refleja la ambición de conectar regiones y activar economías locales.
Sin embargo, no todo es viento a favor. Hay señales de cautela: aunque seis de cada diez empresarios planean invertir este año, otros sectores muestran reticencia debido a la incertidumbre regulatoria y la percepción de amenazas políticas. Solo el 38.3 % de los empresarios afiliados a Coparmex considera que este es el momento adecuado para invertir. La confianza puede debilitarse si reformas cruciales —como la energética, la fiscal o la judicial— no se implementan con coherencia o si las reglas cambian abruptamente.
Para que esta ventana no se cierre, México necesita no solo apostar fuerte, sino también inteligente. Es fundamental que las reformas generen certidumbre, que el entorno jurídico sea sólido, que industria y tecnología convivan con sostenibilidad, y que las regiones menos favorecidas no queden al margen. El reto no es menor: convertir ilusión en proyecto tangible, impacto social y desarrollo sostenido.
Si México logra encajar todas las piezas –inversión, regulación, innovación y justicia social– podría mirar atrás dentro de una década y ver que 2025 fue el punto de despegue para un país más competitivo, equilibrado y moderno.