En los pasillos se notaba la diferencia. Los puestos de venta, que un lunes cualquiera estarían llenos de gente en busca de un boleto hacia Quito, Cuenca o Ambato, permanecieron casi vacíos. En algunos casos los buses partieron con apenas una cuarta parte de la capacidad cubierta, lo que no compensa ni siquiera el costo de combustible y operación. Mientras tanto, las rutas hacia la Costa, como Santa Elena, Machala o Manta, sí mantuvieron un flujo más regular, aunque también con menor afluencia de lo habitual.
Para los pasajeros la jornada estuvo marcada por la duda. Muchos prefirieron no arriesgarse a viajar, temiendo quedar atrapados en medio de bloqueos en carretera. Otros optaron por postergar sus traslados hasta que haya mayor claridad sobre la situación. Esa falta de confianza golpea directamente a las cooperativas: un bus lleno de 40 personas hacia la Sierra puede generar hasta 400 dólares en boletos, pero con apenas 10 pasajeros esa cifra cae a menos de 100 dólares, insuficiente para sostener el servicio.
El impacto también se sintió en los locales de comida y tiendas de la terminal, que dependen del movimiento de viajeros. La baja afluencia significó ventas mínimas en un día que suele ser de los más movidos de la semana.
El paro nacional, impulsado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), busca presionar al Gobierno por demandas económicas y sociales. Sin embargo, sus efectos ya se sienten en sectores sensibles como el transporte interprovincial, donde una jornada con la terminal casi vacía se traduce en pérdidas importantes. De mantenerse las protestas, el costo económico podría multiplicarse en los próximos días y afectar a miles de familias que dependen de esta actividad.