En Venezuela, el “dólar digital” ya no es una tendencia pasajera, sino una necesidad. En todo el país, pequeños comerciantes, empresas de tecnología e importadores han comenzado a operar directamente con criptomonedas estables como Tether (USDT) y USD Coin (USDC). Esta práctica les permite escapar del desorden cambiario, evitar el control bancario y proteger sus ganancias de la devaluación constante del bolívar.
Las plataformas de intercambio también han evolucionado. Hoy, gracias a nuevas herramientas, los negocios pueden recibir pagos en stablecoins y recibir automáticamente bolívares en sus cuentas locales. Este proceso ha hecho posible que comercios en Caracas, Valencia o Maracaibo reciban pagos digitales de clientes dentro y fuera del país, manteniendo estabilidad en sus precios y evitando pérdidas por la inflación.
El volumen de operaciones en stablecoins alcanzó cifras récord en 2025, con más de 90.000 millones de USDT movilizados durante el último año, consolidando a Venezuela como uno de los países con mayor actividad cripto de América Latina. Además, las stablecoins representan cerca del 47 % de todas las transacciones menores a 10.000 dólares, una muestra de su integración total en la vida diaria.
Para los empresarios, esta transición ha sido más una cuestión de supervivencia que de innovación. Muchos señalan que sin el uso de monedas estables sería prácticamente imposible importar insumos o mantener precios competitivos. Incluso algunos trabajadores del sector privado ya reciben parte de su salario en USDT, buscando proteger sus ingresos del constante deterioro del bolívar.
Sin embargo, el auge de las stablecoins también trae incertidumbre. Aunque el marco legal en Venezuela permite el uso de criptoactivos, no existe una regulación clara sobre su tratamiento fiscal ni su relación con el dólar oficial. El gobierno ha mostrado señales mixtas: por un lado, impulsa el uso de tecnología blockchain; por otro, mantiene bajo vigilancia a las plataformas que operan en el país.
El riesgo principal radica en la dependencia de servicios internacionales y en la posibilidad de sanciones o restricciones futuras. Aun así, el empresariado local parece decidido a continuar con esta ruta digital. Con un sistema financiero cada vez más limitado, las criptomonedas estables se han convertido en el nuevo lenguaje del dinero en Venezuela: rápido, global y, sobre todo, estable.
En definitiva, las stablecoins están moldeando una nueva etapa económica en el país. Para muchos venezolanos, no se trata de apostar por el futuro, sino de sobrevivir al presente. Y en esa lucha, el “dólar digital” se ha vuelto el aliado más confiable.
Conclusión:
Venezuela está viviendo una dolarización silenciosa en clave digital. Las stablecoins ya forman parte del tejido económico del país y se perfilan como una herramienta esencial para empresas y ciudadanos que buscan estabilidad. A pesar de los riesgos regulatorios, la tendencia parece irreversible: el comercio venezolano ya opera en criptodólares, y el bolívar se convierte cada día más en una moneda secundaria.