El ruido macroeconómico internacional no da tregua: las tensiones geopolíticas, la inflación persistente y las decisiones de la Reserva Federal han generado un entorno complicado para los capitales globales. Frente a esta situación, los gestores de portafolio se están alejando de las bolsas emergentes, que sufren por falta de liquidez, y están apostando por instrumentos de renta fija que les ofrecen un balance entre seguridad y rentabilidad.
En este terreno, Perú destaca. El país ha logrado mantener niveles de deuda pública moderados respecto a otros mercados emergentes y, a pesar de los problemas políticos internos, conserva reservas internacionales que funcionan como colchón ante shocks externos. A esto se suma el éxito de las emisiones de bonos soberanos realizadas recientemente. Solo en 2023, el Estado colocó más de S/ 12 900 millones en el mercado local, mientras que a nivel internacional realizó operaciones de canje y recompra por cifras superiores a los US$ 1 600 millones. Estos movimientos no solo diversifican las fuentes de financiamiento, sino que también permiten alargar plazos y mejorar el perfil de vencimientos.
Aunque la participación extranjera en los bonos peruanos se redujo de 41% a 36% en un año, este ajuste ha venido acompañado de un mayor interés por parte de inversionistas locales, lo cual fortalece el mercado interno y reduce la dependencia del capital externo. Esta base sólida de compradores locales se vuelve clave en épocas de incertidumbre global, cuando los flujos de inversión extranjera tienden a replegarse.
Los analistas también resaltan que, en comparación con otros países de la región, Perú muestra una menor vulnerabilidad en deuda externa. Si bien el déficit fiscal ha subido a 3,5% del PBI y representa un desafío a corto plazo, los fundamentos siguen siendo atractivos frente a otras economías emergentes más endeudadas.
Eso sí, no todo es color de rosa. La inestabilidad política, la falta de consensos en el Congreso y la presión social siguen siendo riesgos que podrían afectar la percepción de los inversionistas. Además, la alta concentración de deuda en soles y a tasa fija limita la flexibilidad frente a cambios abruptos en el escenario de tasas internacionales.
En conclusión, la deuda peruana se ha convertido en una opción llamativa para inversionistas que buscan protegerse de la volatilidad global. Con fundamentos macro sólidos, emisiones activas y menor vulnerabilidad frente a choques externos, el Perú gana terreno en los portafolios internacionales. El reto ahora será mantener disciplina fiscal y estabilidad política para sostener esta confianza.