El entorno económico mundial está atravesando una etapa compleja. Las tensiones geopolíticas, las tasas de interés elevadas y las dudas sobre el crecimiento en las principales economías han llevado a los grandes fondos a mirar con atención a América Latina. En este contexto, Perú mantiene una posición destacada por sus fundamentos macroeconómicos sólidos y su mercado de deuda en expansión.
Desde Deutsche Bank resaltan que el apetito por la diversificación no es una moda, sino una necesidad. Con un dólar fuerte y un entorno financiero más caro, los inversionistas están optando por activos que les permitan mitigar el riesgo, y eso incluye bonos corporativos peruanos, instrumentos de deuda sostenible y proyectos en sectores como energía renovable, minería responsable e infraestructura.
En los últimos años, el mercado peruano de renta fija ha demostrado un crecimiento constante, impulsado por emisiones corporativas de gran tamaño, como la reciente operación de Kallpa, que marcó un récord en el mercado local. Esto refleja el interés del capital extranjero y local en alternativas que combinen rentabilidad con estabilidad.
Aunque los desafíos políticos siguen presentes, la base económica del país continúa siendo firme. El Banco Central de Reserva del Perú estima que la inversión extranjera directa superó los 7 mil millones de dólares en 2024, con una participación destacada de los sectores minero y energético. Sin embargo, para atraer más capitales, el país necesita ofrecer mayor previsibilidad regulatoria y estabilidad jurídica.
El interés por la sostenibilidad también se ha vuelto un factor clave. Los inversionistas institucionales están priorizando proyectos con impacto ambiental positivo y gobiernos corporativos sólidos. En ese sentido, Perú tiene la oportunidad de consolidarse como un hub de inversión sostenible en la región andina si continúa impulsando políticas de transparencia y responsabilidad empresarial.
A nivel regional, el mapa de inversiones está cambiando. Mientras Europa muestra signos de recuperación y Estados Unidos enfrenta una fase de incertidumbre, los capitales buscan nuevos destinos donde equilibrar riesgo y retorno. América Latina, y especialmente Perú, se benefician de esa búsqueda, siempre que logren mantener la estabilidad y proyectar una visión de largo plazo.
El mensaje de fondo es claro: la volatilidad no solo representa un riesgo, sino también una oportunidad. En medio del ruido global, los inversionistas que sepan adaptarse y diversificar estratégicamente sus activos podrán salir fortalecidos. Perú, con su mezcla de potencial y resiliencia, tiene mucho que ganar si sabe aprovechar este momento.