Desde el inicio del informe, el FMI destaca que las finanzas públicas globales enfrentan una combinación letal: tasas de interés más altas, incertidumbre en política comercial y mayores compromisos de gasto. En ese escenario, la deuda pública mundial podría acercarse al 100 % del PIB durante la próxima década si no se actúa con decisión.
El documento advierte que muchos países, especialmente aquellos con menores márgenes de maniobra, deberán aplicar ajustes fiscales creíbles, pero sin caer en el errático modelo del recorte brutal que termina perjudicando el crecimiento. Para eso recomienda racionalizar el gasto público (revisando subsidios, pensiones e inversión pública), fortalecer la recaudación tributaria, reforzar la transparencia y construir reservas fiscales para amortiguar shocks externos.
Aunque el informe no hace foco explícito en Venezuela, el país latinoamericano se encuentra particularmente expuesto. El encarecimiento del crédito externo pondrá en aprietos cualquier intento de financiamiento internacional; al mismo tiempo, la fuga de capitales podría intensificarse si los inversionistas interpretan los giros globales como señales de alerta. En un país cuya economía ya opera con estrecho margen, cualquier desequilibrio se amplifica.
Venezuela debe plantearse desde hoy un plan fiscal que integre estas señales del FMI: apuntar a una reestructuración de deuda sostenible, impulsar reformas que incentiven la producción y la inversión privada, modernizar su sistema tributario, y diseñar mecanismos automáticos para responder ante crisis externas.
En conclusion, el nuevo Monitor Fiscal no es solo una lectura global: es una advertencia. Para Venezuela, es el momento de actuar con urgencia. Si no entramos en una agenda de reformas creíbles, podríamos seguir repitiendo errores.