La Línea de Crédito Flexible era uno de los principales respaldos financieros internacionales de Colombia desde 2009. Este mecanismo del FMI, otorgado solo a países con fundamentos macroeconómicos sólidos, funcionaba como una póliza de seguros: permitía acceso rápido a recursos en caso de una crisis. No era dinero en caja, sino una señal de confianza que ayudaba a mejorar la percepción de riesgo.
En abril del año pasado se había aprobado una nueva línea por cerca de 8.100 millones de dólares, con vigencia de dos años. Sin embargo, en abril de 2025 el Fondo suspendió el acceso de Colombia a esos recursos, al advertir que la situación fiscal del país se había deteriorado más de lo esperado. El déficit del Gobierno central, que en 2023 fue de 4,2 % del PIB, saltó en 2024 a 6,7 %. El incumplimiento de la regla fiscal y el débil crecimiento de los ingresos tributarios reforzaron la preocupación.
Frente a esa suspensión, el Ministerio de Hacienda y el Banco de la República optaron por cancelar el acuerdo. La decisión se justificó en que mantener esa línea sin posibilidad de uso implicaba costos innecesarios, y que el país cuenta con reservas internacionales cercanas a los 65.500 millones de dólares, consideradas suficientes para enfrentar choques externos.
Aun así, la cancelación trae riesgos. Sin ese aval del FMI, el acceso de Colombia a financiamiento externo puede resultar más costoso. Los inversionistas internacionales tienden a valorar la existencia de ese tipo de respaldo, y su ausencia puede traducirse en primas de riesgo más altas y, en el mediano plazo, en presiones sobre la calificación crediticia del país. Además, la confianza de los mercados se verá más condicionada a la disciplina fiscal y a la capacidad del Gobierno de mostrar un plan creíble de consolidación.
El episodio también refleja un giro en la política económica. Mientras el Ejecutivo insiste en que las reservas y la capacidad del país son suficientes para no depender de la LCF, los analistas advierten que esa salida coincide con un momento de gran incertidumbre. Los próximos meses serán clave: el Gobierno deberá convencer a inversionistas, calificadoras y organismos multilaterales de que puede reducir el déficit, contener el gasto y asegurar estabilidad en las finanzas públicas.
Conclusión
La cancelación de la Línea de Crédito Flexible con el FMI marca un antes y un después para Colombia. Si bien las reservas dan un respiro, la ausencia de este respaldo obliga al país a jugar con sus propias cartas y a demostrar con hechos que puede recuperar disciplina fiscal. La confianza de los mercados ya no depende de un seguro externo, sino de la capacidad interna de ordenar las cuentas y dar certidumbre en medio de un panorama desafiante.