La semana pasada el dólar cerró debilitado, alejándose de los máximos recientes y llevando al índice DXY a rondar la zona de 97.50 puntos, dentro de una estructura de consolidación que viene desde agosto. Este retroceso no es nuevo: los inversionistas ya venían ajustando sus expectativas hacia un mayor número de recortes de tasas por parte de la Fed, pero la incertidumbre política ahora acelera la desconfianza y acentúa la presión sobre la divisa.
El mercado de bonos también reflejó la tensión. Los rendimientos del Tesoro registraron descensos a lo largo de la semana, aunque hacia el cierre hubo una ligera recuperación. Esta volatilidad es coherente con un escenario en el que la Fed ya no puede guiarse por los datos macro de forma precisa, pues el shutdown congeló la publicación de cifras clave como las nóminas no agrícolas, la inflación y las ventas minoristas. Sin esos indicadores, la capacidad de evaluar la salud real de la economía queda seriamente comprometida.
En septiembre, la Reserva Federal recortó su tasa de referencia en 25 puntos base, reconociendo señales de enfriamiento en el mercado laboral y otros riesgos económicos. Los pronósticos apuntan a que podría recortar otros 50 puntos base antes de que termine el año, aunque dentro del propio comité ya se reflejan divisiones. Mientras algunos miembros piden mayor agresividad en la relajación monetaria, Jerome Powell ha preferido un tono más moderado, insistiendo en que la Fed debe equilibrar riesgos y evitar movimientos extremos.
El impacto del cierre gubernamental, sin embargo, se extiende más allá de la política monetaria. Analistas advierten que si la parálisis se prolonga, podría afectar la confianza de empresas y consumidores, con repercusiones directas en el crecimiento. A nivel global, el dólar ya ha empezado a ceder terreno frente al euro, la libra y otras divisas de referencia. Esta debilidad refleja no solo los problemas internos de Estados Unidos, sino también la percepción de que otras economías, como la zona euro o Reino Unido, podrían mostrar un desempeño relativamente más estable en el corto plazo.
Desde lo técnico, el índice dólar se mantiene atrapado en un rango de consolidación. Mientras no rompa de forma sostenida la zona de 97.50 puntos, es difícil anticipar un movimiento direccional claro. Una caída por debajo de ese nivel abriría la puerta a pérdidas más profundas, aunque los rebotes técnicos no están descartados. De todos modos, la tendencia general sigue apuntando hacia la debilidad.
El panorama de corto plazo para el billete verde es complicado. La falta de datos, combinada con las expectativas de una Fed más flexible, deja al dólar vulnerable frente a otras monedas. Para los traders, el escenario exige cautela: los próximos movimientos dependerán tanto de la duración del shutdown como de la capacidad de la Reserva Federal para mantener la credibilidad sin contar con toda la información que necesita.