El acuerdo fue firmado a través de las subsidiarias GSM BRONCO y MX DLTA NRG 1, que tendrán a su cargo la perforación y terminación de hasta 32 pozos durante un periodo de tres años. El monto máximo considerado es de 1,991 millones de dólares, aunque el costo final dependerá del número de pozos realmente ejecutados. Lo más relevante es que los pagos no arrancarán de inmediato: será hasta enero de 2027 cuando Carso comience a recibirlos, siempre y cuando la producción de los pozos sea comercializable.
El diseño del contrato contempla que cada pozo entregado genere 21 pagos mensuales, financiados directamente con la venta de hidrocarburos. Este esquema le permite a Pemex diferir compromisos financieros en el corto plazo, pero también traslada a Carso el riesgo de que la producción no alcance los niveles esperados.
El Campo Ixachi, ubicado en Veracruz, es hoy una de las joyas productivas de Pemex. Aporta alrededor de 93 mil barriles de crudo y más de 700 millones de pies cúbicos de gas diarios, equivalentes a unos 236 mil barriles de petróleo por día. Hasta ahora se han perforado 28 pozos con una profundidad promedio de más de siete mil metros, donde Carso ya había tenido participación. El nuevo contrato, sin embargo, eleva la apuesta y marca un compromiso de largo plazo.
Este no es el primer acercamiento de Slim al mundo petrolero. En los últimos años, ha acumulado inversiones superiores a los 2 mil millones de dólares en proyectos clave, como el campo Zama, el desarrollo en aguas profundas de Lakach y la compra de activos terrestres. Esa estrategia lo ha convertido en un socio recurrente de Pemex y en un jugador que puede aportar capital y capacidad técnica justo en un momento donde la estatal enfrenta presiones financieras y adeudos con proveedores.
No obstante, los riesgos son evidentes. Pemex mantiene pendientes con Carso por alrededor de 700 millones de dólares en contratos previos, lo que pone sobre la mesa dudas sobre la capacidad de pago en los próximos años. Aun así, la apuesta de Slim refuerza su posición como aliado estratégico de la petrolera, y su involucramiento podría darle confianza al mercado sobre la viabilidad de ciertos proyectos.
Este contrato es además el primero de seis que Pemex planea anunciar en su nueva estrategia de asociaciones mixtas, buscando atraer capital privado sin perder el control de los proyectos. Con ello, la empresa intenta encontrar oxígeno financiero y garantizar la producción en sus campos más prometedores.
En conclusión, la firma de este contrato marca un antes y un después para el sector energético mexicano. Pemex asegura un socio con respaldo técnico y financiero, mientras Slim fortalece su papel como el inversionista privado más influyente en la industria petrolera del país. El éxito del proyecto dependerá de que Ixachi entregue resultados y de que la estatal logre cumplir puntualmente con sus compromisos, un reto nada menor en el contexto actual.