El retroceso del WTI por debajo de los 65 dólares no es un simple ajuste técnico, sino una reacción directa a un clima de mayor incertidumbre económica. Los datos recientes muestran que algunas potencias mantienen cierta resiliencia, pero al mismo tiempo aparecen cifras débiles en sectores clave, lo que ha reavivado la sensación de que el comercio internacional podría entrar en una etapa de desaceleración más marcada.
En este contexto, la dinámica de oferta y demanda juega un papel decisivo. Por el lado de la oferta, varios países productores han acelerado exportaciones que habían estado limitadas en meses anteriores, sumando más barriles al mercado y aumentando la competencia entre fuentes de suministro. En cambio, la demanda muestra un comportamiento más débil: la recuperación en el consumo energético ha sido moderada y los inventarios siguen en niveles que generan presión bajista sobre los precios.
A pesar de la caída, los analistas coinciden en que hay soportes técnicos que podrían contener un desplome mayor en el corto plazo. Sin embargo, las posibilidades de un repunte sostenido parecen limitadas mientras no aparezcan factores externos fuertes, como recortes sorpresivos en la producción o tensiones geopolíticas que alteren la oferta. Esto deja al crudo atrapado en una especie de “zona de nadie”, con poco espacio para subir pero también con ciertos frenos que impiden un derrumbe aún más brusco.
En conclusión, el desplome del WTI bajo los 65 dólares refleja la fragilidad actual del mercado petrolero. La oferta continúa firme y la demanda sigue sin despegar, lo que mantiene un escenario complejo para los próximos meses. El comportamiento del comercio mundial será la clave para determinar si los precios logran estabilizarse o si este retroceso es solo el inicio de una tendencia más profunda.