En los últimos meses, la inflación ha mostrado señales de resistencia y ha dejado claro que volver a la meta del 3 % no será una tarea rápida. Según Villar, mantener la disciplina en materia salarial es fundamental para que la política monetaria siga siendo efectiva. Si el incremento del salario supera la suma de la inflación y la productividad, el control de precios se hace más difícil y el Banco se vería obligado a mantener o incluso aumentar las tasas de interés.
Hoy la tasa de referencia del Banco de la República se mantiene en 9,25 %, un nivel que, aunque alto, refleja la necesidad de proteger la estabilidad de precios. Un aumento salarial demasiado fuerte podría frenar cualquier posibilidad de recorte y, en consecuencia, encarecer el crédito para hogares y empresas, afectando la inversión y el empleo formal.
Además, Colombia enfrenta presiones adicionales: un déficit fiscal que limita el margen de maniobra del Gobierno, un entorno internacional complejo con tasas elevadas en economías desarrolladas, y una inflación importada que aún no termina de ceder. En este contexto, los aumentos salariales deben ser prudentes y realistas para no desatar una espiral de precios que termine erosionando el poder adquisitivo de los trabajadores.
El mensaje del gerente del Banco no busca frenar las aspiraciones legítimas de los trabajadores, sino promover un equilibrio que proteja la economía en el mediano plazo. Villar insiste en que subir el salario más de lo que permite la productividad no genera bienestar sostenible, sino un alivio momentáneo que puede convertirse en un problema inflacionario de mayor alcance.
De cara a la negociación del salario mínimo para 2026, el Gobierno, los gremios y las centrales obreras tienen el reto de acordar una cifra que combine justicia social con estabilidad macroeconómica. El desafío es encontrar ese punto medio que permita mejorar los ingresos reales sin poner en riesgo la recuperación económica que tanto le ha costado al país consolidar.
En palabras simples, la advertencia de Villar es un recordatorio de que el salario mínimo no solo es una cifra simbólica, sino una variable clave en la salud económica de Colombia. Subirlo sin moderación podría ser popular a corto plazo, pero peligroso a largo plazo para todos.