La nueva fase económica que presentó el Ejecutivo se vende como una transición desde la estabilización hacia el crecimiento productivo. En simple: la idea es que el país produzca más de lo que consume, recupere músculo industrial y baje la factura de importaciones. Se habla de priorizar alimentos, agroindustria y farmacéutica, junto con mejoras logísticas para que la oferta llegue a anaqueles y, cuando se pueda, a mercados externos. Para el inversionista local, el mensaje es claro: habrá oportunidades en cadenas con sustitución real de importaciones, siempre que existan reglas del juego mínimamente previsibles.
Desde Finantres Latinoamérica vemos tres carriles donde el gobierno intentará acelerar. Primero, manufactura básica (alimentos procesados, envases, limpieza, farmacéutica genérica), donde hay demanda inmediata y chance de escalar. Segundo, agro y agroindustria, con incentivos a siembra, insumos y almacenamiento; si el ciclo agrícola se financia a tiempo, el impacto se siente rápido en precios y abastecimiento. Tercero, servicios conexos (logística, transporte, mantenimiento industrial), que permiten que lo producido no se trabe en el camino. Para el lector que opera comercios o produce a pequeña escala, esto puede abrir ventanas concretas: mejorar rotación, asegurar inventarios y negociar mejor con proveedores locales.
Ahora, el plan requiere combustible financiero. Sin crédito productivo, la sustitución de importaciones se queda en discurso. Aquí entran soluciones mixtas: alianzas público-privadas, financiamiento comercial y anticipo de compras. Un ejemplo práctico: si hoy importas repuestos por 1.000 USD para tu línea de producción, podrían aparecer proveedores locales dispuestos a venderte en Bs con plazos; eso mejora caja, reduce riesgo cambiario y te permite proyectar precios. Como referencia operativa, muchas pymes ya están indexando contratos a un tipo de cambio de mercado para no quedarse cortas con la inflación; esto protege márgenes sin asfixiar la demanda.
También hay que hablar de capacidad instalada. Varias plantas operan por debajo de su potencial por falta de mantenimiento, personal calificado o repuestos. La segunda fase promete atacar esos cuellos de botella, pero la ejecución manda. Si se destraba la importación de equipos críticos y se facilita el servicio técnico, la productividad puede subir en cuestión de trimestres. Ojo con un detalle: la logística interna (diésel, fletes, peajes) pesa cada vez más en el costo final. Para un productor regional, optimizar rutas puede ahorrar varios puntos del precio final. Ejemplo ilustrativo: si tu costo total por caja es de Bs 200 y logras recortar 10 % en flete al consolidar cargas, puedes bajar a Bs 180 y ganar competitividad sin tocar calidad.
En materia de precios, el discurso oficial apuesta a que más oferta local alivie la presión inflacionaria. Tiene lógica: si se producen más bienes aquí, dependemos menos del dólar para reponer inventarios. Aun así, los comercios seguirán trabajando con listas en Bs ajustadas periódicamente y con referencias en divisas para evitar descalces. Para el consumidor, la señal de corto plazo es estabilidad relativa con variaciones por rubro; para el emprendedor, la clave será amarrar costos de insumos y energía, y no descuidar flujo de caja.
Para los traders y gestores, esta narrativa abre temas tácticos: empresas con venta interna alta, baja exposición a insumos importados y capacidad de subir volumen pueden sorprender en resultados. También se vuelve vital seguir los anuncios sectoriales (créditos dirigidos, exoneraciones, compras públicas) porque cambian el tablero de un trimestre a otro. Si haces gestión de riesgo, arma escenarios con supuestos de tipo de cambio, precio del combustible, costos laborales y disponibilidad de transporte; con eso puedes fijar bandas de precios y márgenes objetivo en Bs para los próximos tres a seis meses.
Finalmente, la credibilidad. El mercado necesita hechos: calendarios de siembra con financiamiento, cronogramas de mantenimiento industrial, permisos más rápidos y seguridad jurídica. Si llegan esas señales, el capital se mueve; si no, la segunda fase se queda corta. Desde el lado empresarial, conviene preparar planes de inversión modulares: iniciar con Bs 500.000 en ampliación de turno, medir retorno, y sólo después avanzar a un paquete de Bs 3 millones para equipos. Ir por etapas reduce riesgo y permite ajustar si cambian las condiciones.
En conclusión, el giro hacia la producción en Venezuela puede ser una oportunidad real para quienes se muevan con datos, flujo de caja ordenado y foco en productos que sustituyen importaciones. Si la ejecución acompaña, veremos más anaqueles con fabricación local y negocios con márgenes menos frágiles. Si no, tocará seguir jugando a la defensa y priorizando liquidez.