El SPY, que durante años fue el vehículo favorito para invertir en el S&P 500, ha sido desplazado de su trono. A pesar de que el índice estadounidense acumula un alza cercana al 15 % en lo que va del año, los flujos de capital cuentan otra historia: los inversionistas están replegándose hacia alternativas más económicas. VOO, de Vanguard, y IVV, de BlackRock, son los grandes ganadores en este nuevo escenario, con entradas netas de US$ 84 mil millones y US$ 30 mil millones respectivamente.
El cambio de liderazgo no es menor. SPY, que históricamente fue el ETF más grande del mundo, ahora ha sido superado por VOO, que ya gestiona más de US$ 730 mil millones en activos, mientras el fondo de State Street ronda los US$ 680 mil millones. Para muchos analistas, este hecho marca el inicio de una nueva etapa en el mercado de fondos indexados, donde la guerra de precios es el campo de batalla principal.
Una de las razones clave detrás de esta fuga histórica es el costo. SPY cobra una comisión anual de 0.0945 %, casi el triple que sus competidores más baratos. Aunque parezca un detalle mínimo, esa diferencia pesa cada vez más en un entorno donde los inversionistas buscan optimizar cada centavo, especialmente quienes mantienen estrategias de largo plazo. En cambio, VOO e IVV ofrecen comisiones de apenas 0.03 %, una ventaja que se ha convertido en irresistible.
También hay un cambio generacional en juego. Los nuevos inversionistas —particularmente los de Latinoamérica— utilizan plataformas digitales para invertir directamente en ETFs globales y, en ese proceso, se inclinan por las opciones más accesibles. Mientras tanto, los grandes fondos institucionales siguen usando SPY por su alta liquidez y por su papel en operaciones de cobertura, pero la tendencia general apunta a una diversificación más consciente y menos concentrada.
Este movimiento de capitales también puede interpretarse como una señal de prudencia. A pesar de los buenos resultados del S&P 500, muchos prefieren reducir exposición al mercado estadounidense y equilibrar sus carteras con activos menos volátiles o incluso con bonos, ante la posibilidad de que la política monetaria siga siendo restrictiva más tiempo del esperado.
En América Latina, esta noticia no pasa desapercibida. En países como México, Chile y Colombia, donde los inversionistas suelen seguir de cerca el comportamiento de los índices de Wall Street, la pérdida de tracción del SPY genera un llamado a revisar estrategias y buscar alternativas que mantengan la exposición al mercado estadounidense pero con estructuras más eficientes en costos.
En resumen, la salida récord de US$ 32.7 mil millones del ETF SPY no solo refleja un cambio táctico de corto plazo, sino también una transformación más profunda en la forma en que los inversionistas —tanto institucionales como minoristas— entienden la rentabilidad. La era del “nombre grande” parece dar paso a la del costo bajo y la eficiencia. Y para quienes invierten desde Latinoamérica, esta tendencia es una invitación clara a repensar su forma de participar en el mercado global.