El paro arrancó el 22 de septiembre de 2025 y desde entonces Imbabura se ha convertido en uno de los puntos más afectados. En Ibarra y Otavalo, el turismo prácticamente se ha detenido. Los hoteles y restaurantes que normalmente reciben visitantes durante esta temporada enfrentan cancelaciones masivas, que primero alcanzaron la mitad de las reservas y hoy ya llegan al cien por ciento. Esto significa que cientos de empleos ligados al sector turístico están en riesgo inmediato.
El comercio local atraviesa una situación igual de preocupante. En Otavalo, cerca del 90 % de los locales se mantienen cerrados, no solo por falta de clientes sino también por las amenazas recibidas por quienes intentan abrir. Esto ha provocado un golpe directo en los ingresos de familias que dependen del día a día de sus negocios.
Otro sector que no ha podido operar con normalidad es el de las estaciones de servicio. En varias zonas de Otavalo e Ibarra, las gasolineras permanecen cerradas o trabajan bajo presión. Las pérdidas ya se cuentan en cifras millonarias: alrededor de 200.000 dólares diarios en Otavalo y 300.000 en Ibarra. Ante la falta de seguridad, los distribuidores han solicitado custodia militar para poder reabrir sin exponer la integridad de su personal.
La crisis también alcanza a la producción agrícola y pecuaria. La floricultura, uno de los motores de exportación de la provincia, estima pérdidas de hasta un millón de dólares por día, pues los bloqueos impiden que los camiones puedan despachar la carga. Algo similar ocurre con la ganadería: la leche no llega a los centros de acopio y corre el riesgo de desperdiciarse. La imposibilidad de movilizar carga terrestre también afecta al comercio binacional con Colombia, generando un efecto en cadena sobre otras actividades económicas.
El escenario en Imbabura refleja la gravedad de un conflicto que, de no resolverse pronto, podría causar un daño profundo al aparato productivo del país. Turismo, comercio y producción han demostrado ser los sectores más golpeados, y la continuidad del paro amenaza con dejar secuelas de largo plazo en la economía local. La demanda es clara: sentarse a dialogar y encontrar una salida que permita frenar las pérdidas y devolver la tranquilidad a la provincia.