El mercado del crédito privado ha pasado en pocos años de ser un nicho especializado a convertirse en un jugador de peso global. Lo que lo hace atractivo es claro: ofrece mayores retornos en comparación con la deuda tradicional y menos exigencias regulatorias. Sin embargo, esa misma flexibilidad puede convertirse en un arma de doble filo. Fitch subraya que gran parte de estos vehículos no han sido probados en un ciclo de crisis, lo que hace incierto su comportamiento si llegara un periodo de tensión económica.
Uno de los mayores riesgos está en la forma en que estos fondos valoran sus activos. A diferencia de los mercados públicos, donde los precios se ajustan diariamente con base en la oferta y la demanda, en el crédito privado muchas valuaciones se hacen de manera interna. Esto genera una apariencia de estabilidad que podría desmoronarse cuando los inversionistas exijan redenciones masivas o si el valor real de los activos resulta inferior al esperado.
El tema de la liquidez es otro foco rojo. Aunque los gestores suelen imponer ventanas de salida limitadas para proteger a los fondos, en un escenario de pánico los inversionistas podrían buscar recuperar su dinero al mismo tiempo. Esto obligaría a liquidar préstamos de manera apresurada y a precios castigados, provocando pérdidas que se expandan en cadena.
La interconexión con el sistema financiero tradicional es quizá el punto más delicado. Bancos y aseguradoras han aumentado su exposición al crédito privado, ya sea financiando a los propios fondos, ofreciendo líneas de crédito o comprando participaciones. Esto significa que un tropiezo en este mercado podría no quedarse aislado, sino trasladarse rápidamente a instituciones de mayor tamaño.
Otro fenómeno que llama la atención es la entrada de inversionistas minoristas. Hasta hace unos años el crédito privado era exclusivo de grandes fondos institucionales, pero hoy existen productos diseñados para el público en general. Si bien esto amplía la base de capital, también introduce más vulnerabilidad, ya que los pequeños ahorradores suelen tener menos tolerancia al riesgo y podrían reaccionar de forma abrupta en un entorno de crisis.
En este contexto, organismos como el Fondo Monetario Internacional también han señalado que, aunque el crédito privado aún no representa una amenaza sistémica, su crecimiento acelerado y su creciente peso en el financiamiento global requieren una vigilancia estrecha. Lo que hoy es un motor de diversificación y rentabilidad podría convertirse en un amplificador de volatilidad si la economía global entra en recesión.
La advertencia de Fitch llega en un momento donde los mercados buscan alternativas a los bonos tradicionales y donde la demanda de crédito fuera del sistema bancario no deja de crecer. Para los reguladores y los inversionistas de América Latina, el mensaje es claro: es necesario entender la magnitud de este fenómeno y prepararse, porque en la próxima crisis el crédito privado podría no ser un refugio, sino parte del problema.