En lo que va del 2025, el sector agroexportador del Perú ha mostrado un crecimiento que encendería cualquier señal de alerta para los inversores: cifras que superan los US$ 8.000 millones en envíos agrícolas, en gran medida gracias al empuje de frutas frescas y cultivos con mayor valor agregado. Este fenómeno tiene mucho que ver con una apuesta estratégica bien orientada: producir más, producir mejor, y llegar mejor al mundo.
El aumento no es casual. La palta peruana se está consolidando como uno de los productos más codiciados en los mercados internacionales gracias a su calidad y campaña bien planificada. La uva de mesa no se queda atrás, mientras que el arándano ha entrado con fuerza y se posiciona como un símbolo de éxito del agro exportador nacional, gracias también a la innovación en variedades, cultivo y logística de exportación.
Regiones costeras del país, con climas favorables y mayor desarrollo de riego e infraestructura, encabezan la producción. Este dinamismo contribuye a que el agro deje de ser un sector marginal y pase a ocupar un lugar relevante para la economía nacional: generación de divisas, empleo en zonas rurales y diversificación de la oferta exportadora más allá de los minerales.
No obstante, no todo es color de rosa. Hay varios frentes abiertos que requieren atención urgente si queremos que este crecimiento perdure. Por un lado, incrementar la superficie bajo riego y modernizar las tecnologías agrícolas para reducir la vulnerabilidad frente al cambio climático. Por otro, optimizar los sistemas logísticos —puertos, transporte, frío— para exportar con eficiencia y cumplir estándares cada vez más exigentes. Finalmente, asegurar que las comunidades agrícolas participen de los beneficios y que se mejore la condición laboral en las zonas rurales.