El viaje de la ministra se da en un momento decisivo. Ecuador acaba de superar la tercera revisión técnica de su programa con el FMI, lo que abre la puerta a un nuevo desembolso que, si todo marcha como se espera, podría concretarse en las próximas semanas. Este dinero no solo representa una inyección directa de liquidez, sino también un voto de confianza internacional en la gestión económica del país.
Durante su visita, Moya mantiene reuniones con altos funcionarios del FMI, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. El objetivo principal es afianzar el respaldo a las reformas fiscales y estructurales que el Gobierno ha venido impulsando desde inicios de año. En paralelo, también busca nuevas líneas de crédito para proyectos de desarrollo sostenible e infraestructura, áreas que podrían dinamizar la economía en el mediano plazo.
El contexto no es menor. Tras años de ajustes, Ecuador intenta equilibrar sus cuentas públicas sin sacrificar inversión social. Las finanzas siguen presionadas por el servicio de la deuda y la caída de ingresos petroleros, lo que convierte en crucial cualquier fuente de financiamiento externo. Según los informes recientes del FMI, el país muestra señales de recuperación, con un crecimiento económico más sólido del esperado y un repunte en las exportaciones no petroleras. Sin embargo, la sostenibilidad fiscal aún depende de mantener la disciplina en el gasto y de continuar atrayendo recursos multilaterales.
El acuerdo actual con el FMI, aprobado en 2024, contempla un apoyo total de hasta USD 5.000 millones. Los primeros desembolsos ayudaron a estabilizar las reservas internacionales y dar respiro al presupuesto estatal. La nueva entrega de USD 600 millones será clave para mantener ese equilibrio y avanzar en los programas sociales y de inversión que el Gobierno tiene en marcha.
El viaje de Moya a Washington también tiene un fuerte componente político. Más allá de los números, su presencia busca reforzar la imagen de Ecuador ante los organismos multilaterales y los inversionistas internacionales, mostrando que el país mantiene el rumbo y el compromiso con la responsabilidad fiscal. La ministra llega con una agenda cargada de reuniones bilaterales, donde se espera concretar acuerdos técnicos que garanticen la continuidad del apoyo financiero y la confianza en la economía ecuatoriana.
No obstante, el panorama sigue lleno de retos. El país enfrenta presiones por el déficit fiscal y una deuda pública que continúa siendo alta. Además, factores externos como la volatilidad del precio del petróleo y las tensiones en los mercados internacionales pueden alterar los planes del Gobierno. De ahí que cada reunión en Washington se convierta en una oportunidad para asegurar el respaldo necesario y evitar sobresaltos económicos en los próximos meses.
En definitiva, la visita de Sariha Moya no es solo un viaje diplomático, sino una misión crucial que puede definir el futuro económico inmediato del Ecuador. Si logra consolidar los acuerdos previstos y garantizar el nuevo desembolso, el país ganará un respiro financiero importante. Pero si las negociaciones no prosperan como se espera, el margen de maniobra del Gobierno se reducirá y las presiones fiscales volverán a intensificarse.
El resultado de esta gira será, sin duda, una señal clara para los mercados y para la ciudadanía: o Ecuador afianza su posición como un socio confiable ante los organismos internacionales, o se enfrenta nuevamente al desafío de sostener sus compromisos con menos respaldo externo.