Cuando Claudia Sheinbaum presentó el Plan México, destacó que el país tiene identificadas inversiones por un total de 277 mil millones de dólares distribuidas en más de dos mil proyectos en distintas fases. La iniciativa busca no solo captar capital extranjero, sino también consolidar a México como un socio estratégico en sectores de alto valor, como el de semiconductores, farmacéutica, automotriz, aeroespacial y agroindustria.
El propósito es ambicioso: que México avance del puesto 12 al 10 entre las mayores economías del mundo y que la inversión total —pública y privada— supere el 25 % del PIB para 2026, con miras al 28 % hacia 2030. También se busca que al menos la mitad de los productos consumidos o utilizados en cadenas globales de valor sean hechos en México, aumentando así el contenido nacional y la independencia productiva.
Además, se plantea reducir drásticamente los tiempos de gestión: pasar de 2.6 años a solo un año para aprobar y ejecutar nuevas inversiones, simplificando trámites y garantizando mayor eficiencia institucional. Se establecerán mecanismos de inversión mixta, donde el sector público y privado compartan riesgos y beneficios, junto con incentivos fiscales enfocados en la innovación, la digitalización y la formación de talento técnico.
Aun con todo ese empuje, el reto principal está en la ejecución. Tener proyectos identificados no asegura su concreción. El éxito del Plan México dependerá de la certeza jurídica, la eficiencia en la gestión pública y la capacidad de coordinación entre los tres niveles de gobierno. También será clave cerrar las brechas regionales, ya que hay estados con fuerte atraso en infraestructura y conectividad digital que podrían quedar fuera del mapa de desarrollo si no se les integra de forma efectiva.
Otro punto crucial es la continuidad. Aunque el plan está diseñado para trascender sexenios, su consolidación exigirá voluntad política y compromiso del sector privado en el largo plazo. México tiene la oportunidad de dar un salto histórico hacia la modernidad tecnológica, pero necesitará convertir cada anuncio en resultados visibles.
Si el Plan México se ejecuta con claridad, transparencia y visión de futuro, el país podría pasar de ser un destino de manufactura barata a un centro global de innovación y tecnología, atrayendo talento, capital y conocimiento. La apuesta es grande, y el mundo observa si México realmente puede cumplirla.