El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, confirmó que el diálogo con Washington ha avanzado más rápido de lo esperado y que ambas partes buscan una solución integral que evite nuevos impuestos a las exportaciones mexicanas. Detrás de las negociaciones no sólo está el interés por eliminar los aranceles, sino también la intención de reforzar la cooperación en temas de seguridad, migración y competitividad industrial dentro de América del Norte.
México llega a esta etapa con una estrategia más madura: reducir tensiones, mantener abiertos los canales de comunicación y blindar su posición en la revisión del T-MEC. El país depende de Estados Unidos para más del 80 % de sus exportaciones, por lo que cualquier modificación en las condiciones de acceso al mercado estadounidense impacta de manera directa en la economía nacional.
De concretarse un acuerdo en las próximas semanas, el efecto sería positivo para los mercados financieros mexicanos. La Bolsa Mexicana de Valores (BMV) podría reaccionar al alza ante la reducción del riesgo comercial, mientras que el peso mexicano podría fortalecerse frente al dólar gracias a un entorno de mayor confianza para la inversión extranjera. Por el contrario, un estancamiento en las conversaciones podría generar volatilidad y una reacción defensiva por parte de los inversionistas.
Aunque no se conocen todos los detalles del posible pacto, Ebrard ha insistido en que México ya cumplió con todos los compromisos necesarios para evitar nuevos gravámenes. Ahora, la decisión final está en manos de Washington. Los próximos días serán cruciales para definir si ambas naciones logran sellar un entendimiento que preserve la estabilidad económica y comercial que tanto necesita la región.
El desenlace de estas negociaciones marcará el tono de los próximos meses para los mercados y las empresas mexicanas. Si el acuerdo se concreta, México podría consolidarse como el socio comercial más confiable de Estados Unidos en el continente, enviando una señal clara de estabilidad a los inversionistas globales.