La Fed insiste en que no es momento para relajarse: la inflación subyacente resiste y la economía de EE. UU. aún muestra signos de fortaleza. En Europa no hay concesiones: el BCE mantiene cautela y no descarta nuevos ajustes si la inflación se rehúsa a bajar. Ese contexto fortalece la narrativa de un mundo donde el crédito seguirá caro y el crecimiento quedará frágil.
Para México, este entorno es una prueba de resistencia. Por un lado, hay espacio para reducir tasas de forma gradual, pero la clave será no perder el control frente a presiones externas. Brasil sigue con tasas altas para contener inflación mientras su economía da señales mixtas. Chile, Colombia y otros países de la región observan el entorno con cautela, evaluando cuándo actuar sin sorprender al mercado.
Los capitales internacionales ya voltean a ver los emergentes: buscan rendimiento, pero exigen estabilidad. Las economías más sanas serán las primeras en recibir estos flujos, mientras las que tienen desequilibrios estructurales podrían verse castigadas rápidamente si el apetito de riesgo retrocede.
México y América Latina deben jugar con astucia: abrir espacio para el crecimiento sin perder credibilidad ante los mercados. Los próximos meses definirán si la región logra surfear esta oleada de incertidumbre o termina siendo víctima de ella.