El nuevo reporte del USDA dejó en claro que el maíz enfrenta un panorama de fuerte presión por el lado de la oferta. El organismo confirmó que las existencias al cierre de la temporada fueron superiores a lo previsto, lo que implica que el mercado arranca el ciclo con un colchón de granos más amplio. Esa sola cifra fue suficiente para que los contratos en la Bolsa de Chicago retrocedieran con fuerza, arrastrando los precios a mínimos de las últimas cuatro semanas.
Más allá de los inventarios, el dato más llamativo es que la producción de maíz en Estados Unidos podría alcanzar los 16 814 millones de bushels en la campaña 2025/26, la cifra más alta de la historia. Este salto responde a la mayor superficie cosechada desde 1933, lo que compensa una ligera reducción en el rendimiento promedio, estimado ahora en 186,7 bushels por acre. En otras palabras, aunque cada parcela rinda un poco menos, la extensión total sembrada garantiza un volumen récord.
La combinación de stocks elevados y proyecciones de abundancia plantea un reto para los agricultores estadounidenses, que ven cómo sus márgenes se estrechan ante precios internacionales más bajos. Pero también abre interrogantes sobre la capacidad de la demanda para absorber semejante volumen. El consumo interno en alimento animal y etanol sigue siendo sólido, aunque la verdadera incógnita está en las exportaciones. Países como México, principal comprador de maíz estadounidense, podrían beneficiarse de costos más bajos, pero al mismo tiempo los exportadores de América Latina deberán competir contra un grano más barato que sale de Estados Unidos hacia los mercados globales.
Para la región, el impacto es doble. Brasil y Argentina, que en los últimos años han ganado terreno en el comercio internacional del maíz, se enfrentan ahora a un adversario que llega con producción récord y precios más agresivos. México, por su parte, aunque es productor, se beneficiará como importador neto con costos más competitivos para su industria ganadera y avícola. Los consumidores de la región, desde grandes agroindustrias hasta pequeños productores pecuarios, podrían ver un alivio en sus costos de alimentación, en un momento en que la inflación de alimentos sigue siendo un tema sensible.
Sin embargo, la abundancia no garantiza estabilidad. Factores climáticos, como lluvias excesivas o sequías tardías, problemas logísticos en transporte y hasta tensiones geopolíticas, podrían alterar el equilibrio en cualquier momento. La experiencia de los últimos años demuestra que los precios de los granos rara vez siguen un camino lineal.
En conclusión, el reporte del USDA confirma que el maíz entra en una etapa de sobreoferta que redefine la estrategia de productores, traders y consumidores. América Latina está en el centro de este tablero: quienes exportan deberán ser más competitivos, y quienes importan tendrán un respiro en costos. El mercado, por ahora, se inclina hacia un maíz más barato, pero la volatilidad sigue siendo la regla de oro en los granos.