Durante las primeras semanas de octubre, las principales entidades financieras del país comenzaron a recortar sus tasas de plazo fijo. Algunas lo hicieron apenas un punto, mientras que otras redujeron hasta tres puntos nominales. La tendencia responde, en gran parte, a las señales que envió el Banco Central, que mantiene una política monetaria más prudente y busca moderar el costo del dinero en el sistema financiero.
Hoy, los bancos privados y públicos ofrecen rendimientos que oscilan entre el 34 % y el 38 % nominal anual (TNA). Por ejemplo, si se invierten $1.000.000 a 30 días, el monto final puede ir desde $1.027.000 hasta $1.031.000, dependiendo de la entidad. En la práctica, eso implica que el ahorrista gana entre $27.000 y $31.000 por mes antes de impuestos.
Los bancos más competitivos —como Macro, Nación o Credicoop— se mantienen en el rango más alto, con tasas cercanas al 37 % o 38 %. En cambio, otros como Santander, BBVA o Galicia se mueven alrededor del 35 %. El Banco Provincia y el Ciudad se ubican por debajo del promedio, con rendimientos que rondan el 31 % al 34 %.
El motivo de fondo está en la baja general de la tasa de referencia del Banco Central, que redujo su política monetaria buscando impulsar el crédito y aliviar el costo financiero. A eso se suma un escenario de inflación más controlada y un dólar relativamente estable, lo que llevó a los bancos a recalibrar su rentabilidad.
Sin embargo, el gran desafío sigue siendo el mismo: si la inflación mensual se mantiene en torno al 4 % o 5 %, los rendimientos actuales apenas logran empatarle al aumento de precios. En términos reales, muchos plazos fijos ya no ofrecen una ganancia efectiva, sino una simple protección parcial frente a la pérdida de valor del peso.
Para los pequeños ahorristas, la estrategia más sensata en este contexto es comparar banco por banco, optar por plazos cortos y evaluar instrumentos alternativos, como fondos de inversión o plazos fijos UVA, que ajustan por inflación y pueden ofrecer un mejor resguardo.
La conclusión es clara: el plazo fijo tradicional ya no es lo que era. Aunque sigue siendo una herramienta útil para resguardar fondos de manera segura, perdió atractivo como instrumento de inversión real. Hoy, el desafío pasa por encontrar alternativas que mantengan un equilibrio entre seguridad y rendimiento.