Desde Ciudad de México hasta Wall Street, nadie esperaba que esta historia fuera tan intensa. Grupo México propuso comprar el 100 % de Banamex bajo condiciones que, según el propio grupo, eran más atractivas que las ya existentes. Aun así, Citi respondió diciendo que no ha recibido una oferta formal, aunque prometió que si la recibe la evaluará responsablemente. En su declaración oficial, insistió en que su estrategia preferida sigue siendo vender el 25 % al empresario mexicano Fernando Chico Pardo y llevar el resto del banco a una oferta pública inicial.
La jugada de Grupo México no es tímida: marca un límite temporal de diez días para que Citigroup responda, lo cual añade presión visible al proceso. No obstante, el grupo encabezado por Germán Larrea también dejó claro que no busca entrar en una guerra de ofertas: lo que presentó es lo que puede y quiere pagar. Y añadió que no requerirá aumentar mucho su deuda para financiar la operación, pues ya tiene líneas de crédito preparadas para ese fin.
En el plano político, el asunto también levanta cejas. La presidenta Claudia Sheinbaum comentó que corresponde a Citi decidir y traslucir su evaluación, sin que el gobierno se meta directamente, aunque el trasfondo de “mexicanización” del banco asoma como un tema sensible. Por su parte, Banamex sigue siendo un actor relevante: representa una fracción considerable del sistema bancario mexicano en captación y activos.
Para los mercados, este episodio ya dejó huella: en días recientes, las acciones de Grupo México sufrieron fuertes ajustes, reflejo de la incertidumbre ante la posibilidad de que las piezas del ajedrez bancario se reacomoden.
Finalmente, lo más relevante será ver si Citi acepta abrir la puerta —y en qué términos— a la propuesta de Larrea, o mantiene firme su ruta con Chico Pardo y la salida a bolsa. De eso dependerá no solo el destino de Banamex, sino la percepción de quién puede jugar fuerte en el sistema bancario mexicano.