Desde la publicación del Decreto 726/2025, las empresas exportadoras de estos productos verán un alivio en sus costos: la alícuota de exportación pasa a 0 %, pero solo cuando las ventas se dirijan a naciones que impongan tributos externos iguales o superiores al 45 %. El objetivo es claro: equilibrar el terreno frente a mercados donde las barreras arancelarias restan competitividad a los productos argentinos.
El beneficio alcanza a laminados de acero, tubos, perfiles, chapas, barras y alambres de aluminio, entre otros bienes metalúrgicos y metalmecánicos. A diferencia de las medidas anteriores, esta no es una desgravación generalizada, sino un alivio selectivo destinado a sectores que habían quedado fuera de los decretos previos de desregulación industrial.
El plazo de vigencia se extiende hasta el 31 de diciembre de 2025, pero el propio decreto prevé una cláusula de revisión: si los países destino reducen sus aranceles por debajo del 45 %, el beneficio dejará de aplicarse. Además, la Secretaría de Coordinación de Producción del Ministerio de Economía deberá definir las normas operativas y actualizar periódicamente la lista de destinos que califican.
Esta decisión se suma al paquete de medidas implementadas a comienzos de 2025, cuando el Gobierno eliminó retenciones para casi el 90 % de los productos industriales. En ese momento, los sectores siderúrgico y del aluminio habían quedado excluidos, por lo que esta nueva disposición representa un gesto de apertura hacia dos ramas históricamente estratégicas para las exportaciones argentinas.
Sin embargo, el impacto real dependerá de varios factores: la estabilidad macroeconómica, el tipo de cambio competitivo, y la capacidad de las empresas para aprovechar este margen temporal y ampliar sus mercados externos. Al tratarse de una suspensión y no de una eliminación definitiva, el desafío será transformar este alivio fiscal en mayor volumen exportador y generación de divisas.
En términos políticos, la medida llega en un momento donde el Gobierno busca mostrar señales proindustria sin resignar del todo el equilibrio fiscal. Si bien implica una reducción de ingresos por retenciones, el Ejecutivo apuesta a compensarlo con mayor dinamismo exportador y aumento de la producción local.
Para las empresas, representa una oportunidad concreta de mejorar márgenes y recuperar terreno frente a competidores internacionales. Pero también una advertencia: la ventana es corta, y el éxito dependerá de la rapidez con que el sector logre capitalizar este impulso.
Conclusión
La suspensión de retenciones para exportar aluminio, acero y derivados es una medida que combina pragmatismo económico con urgencia industrial. Puede marcar una diferencia real para las empresas del sector, pero su carácter temporal exige planificación, inversión y estrategia exportadora. Si el alivio se traduce en más producción y empleo, podría sentar las bases para una política industrial más sustentable y competitiva en 2026.