El sector energético se consolidó como el motor del crecimiento, concentrando casi el 45% de la inversión total gracias a nuevos parques solares y eólicos, además de obras de transmisión eléctrica que buscan aliviar la saturación del norte del país. Antofagasta y Tarapacá destacan por el desarrollo de proyectos emblemáticos, mientras que en el centro sur se preparan nuevas iniciativas para fortalecer la matriz.
La minería, por su parte, mantiene un ritmo firme con expansiones en faenas de cobre y litio. Proyectos como Los Bronces Integrado y Quebrada Blanca Fase 2 siguen avanzando, favorecidos por la estabilidad del precio del cobre y el renovado interés global por los minerales estratégicos.
A este repunte se suma la inversión pública, especialmente en infraestructura vial, portuaria y hospitalaria. El Ministerio de Obras Públicas y el de Vivienda han retomado licitaciones y contratos que habían estado pausados, impulsando el gasto y el empleo.
Aunque el panorama es alentador, los expertos advierten que el desafío está en mantener el ritmo. El país cuenta con más de US$60.000 millones en proyectos aprobados ambientalmente que podrían ejecutarse en los próximos meses, pero persisten trabas en permisos y financiamiento que podrían frenar el impulso.
Si la ejecución sigue firme, la economía chilena podría recibir un impulso adicional de hasta 0,6 puntos porcentuales en el crecimiento del PIB este año. Todo apunta a que 2025 podría cerrar como uno de los años con mayor inversión materializada en más de una década, una señal de confianza renovada en la capacidad del país para seguir creciendo desde la base productiva.