El mercado argentino entra en una etapa decisiva. A medida que se acerca octubre, los operadores se posicionan con cautela, prefiriendo activos dolarizados y de menor duración. En las últimas semanas se notó una volatilidad implícita superior al 20 %, lo que refleja la tensión que hay entre las expectativas económicas y los posibles desenlaces políticos.
Si el oficialismo logra un buen resultado, el mercado descuenta que podría haber cierta continuidad en las políticas económicas actuales y un intento por mantener la estabilidad cambiaria. En ese escenario, los bonos argentinos podrían mostrar una recuperación moderada y el riesgo país —hoy cerca de los 1.150 puntos— podría bajar hasta niveles de 950 antes de fin de año. Las acciones, especialmente las del sector energético, serían las más beneficiadas ante un clima más previsible.
Por el contrario, si la oposición logra una victoria contundente y no presenta rápidamente un plan económico claro, podrían surgir nuevas dudas sobre la hoja de ruta fiscal y monetaria. Ese escenario podría generar presión sobre los bonos más largos, sobre todo los que vencen a partir de 2028, y volver a ampliar los spreads de riesgo. No sería la primera vez: el recuerdo de las PASO de 2019 sigue fresco entre los inversores, cuando el Merval cayó casi 40 % en dólares en apenas dos días.
Más allá de la política, hay un factor externo que también pesa: la relación con Estados Unidos y los posibles desembolsos de financiamiento internacional. Una señal positiva desde Washington podría apuntalar el precio de los bonos globales y dar algo de aire a la economía, siempre que el nuevo Congreso acompañe un programa económico consistente.
En el frente accionario, los sectores más atractivos siguen siendo los vinculados a la energía y los commodities. Empresas como Vista Energy y Pampa Energía lideran el interés de los fondos extranjeros por su perfil exportador y sus ingresos mayoritariamente en dólares. Transportadora de Gas del Sur también aparece entre las favoritas por su capacidad para generar ingresos no regulados, lo que le da cierto “colchón” ante movimientos bruscos del tipo de cambio. En cambio, los bancos y las utilities enfrentan un panorama más incierto, atado a las regulaciones locales y a la evolución del tipo de cambio oficial.
Si se observa el comportamiento histórico, los años electorales en Argentina suelen venir acompañados de fuertes sacudones financieros. En 2021, tras los comicios legislativos, los bonos globales cayeron en promedio un 12 % y la brecha cambiaria se amplió más de 10 puntos. Hoy, con el dólar oficial en torno a los 1.120 pesos y el MEP cerca de 1.290, la brecha se mantiene en un nivel relativamente bajo, pero cualquier resultado inesperado podría alterar ese equilibrio frágil.
El escenario más optimista proyecta un repunte del S&P Merval hasta los 1.800 puntos medidos en dólares CCL, siempre que el mercado interprete el resultado electoral como un signo de gobernabilidad y estabilidad económica. Los bonos Global 2035 y 2041 podrían avanzar entre 8 % y 12 % si se confirma esa tendencia. Pero si la elección deja un panorama político incierto, no se descartan correcciones abruptas y una nueva ola de dolarización de carteras.
El desenlace del 26 de octubre será, sin dudas, un punto de inflexión. Más allá del color político que surja de las urnas, lo que el mercado busca es previsibilidad y señales concretas sobre cómo se manejará la deuda, el tipo de cambio y la relación con los organismos internacionales. Hasta entonces, la estrategia dominante será la prudencia: mantener posiciones defensivas, diversificar y priorizar activos que estén protegidos del riesgo local.
Argentina vuelve a enfrentar una elección que puede redefinir el rumbo económico y financiero de los próximos años. Y, como ya ocurrió en otras ocasiones, los inversores saben que, en este país, lo político y lo financiero siempre caminan de la mano.