El auge del cobre ha sido determinante. La combinación entre una demanda global firme y una oferta limitada ha llevado a los precios a máximos históricos, beneficiando directamente las exportaciones chilenas. Este escenario mejora los ingresos reales del país y alivia la cuenta corriente, justo en un momento en que la economía busca consolidar su crecimiento.
El efecto positivo también se amplifica por la baja del petróleo, que reduce el costo de las importaciones. Cuando los productos que Chile exporta valen más y los que compra afuera cuestan menos, el país obtiene una ganancia real en poder adquisitivo internacional.
Cochilco proyecta que este año el cobre se mantendrá en torno a los US$ 4,30 por libra y que en 2025 la producción nacional podría llegar a 5,8 millones de toneladas, un nivel récord. Sin embargo, el dinamismo minero también enfrenta desafíos, desde la caída de la participación chilena en la producción mundial hasta el alza de los costos operativos.
A pesar de los buenos resultados, los economistas advierten que esta bonanza podría moderarse si el precio del petróleo retoma fuerza o si la economía global pierde tracción. Un alza sostenida del crudo o una desaceleración en China podrían revertir parte de las ganancias que hoy disfruta el país.
De momento, el escenario es favorable: el superávit comercial mejora, el tipo de cambio se estabiliza y la confianza en el sector exportador aumenta. Pero la clave estará en cómo Chile aproveche este impulso. Si logra convertirlo en inversión productiva y diversificación económica, el rally del cobre podría transformarse en un punto de inflexión para el crecimiento sostenible del país.