La mina de Thacker Pass es vista como el proyecto insignia de litio en Estados Unidos y uno de los yacimientos más grandes de América. General Motors ya comprometió una inversión de más de 600 millones de dólares para asegurarse un 38 % de participación, mientras que Lithium Americas mantiene el control mayoritario. El proyecto también cuenta con un préstamo multimillonario condicionado por parte del Departamento de Energía, lo que refuerza el interés oficial en garantizar su éxito.
La posibilidad de que Washington se sume como accionista marca un giro importante. No se trataría solo de apoyar con financiamiento, sino de tener una posición directa en una compañía que produce un mineral clave para la transición energética. En un contexto de rivalidad con China, el principal proveedor mundial, esta jugada apunta a blindar el acceso de la industria estadounidense a un insumo vital para baterías y autos eléctricos.
Reacción del mercado y las dudas que surgen
El simple rumor de que el gobierno evalúa entrar en el capital de Lithium Americas desató una avalancha de compras en Wall Street. La acción llegó a dispararse cerca de 90 % en una sola jornada, un salto poco común incluso en un sector tan volátil como el minero. Sin embargo, no todo es entusiasmo: algunos analistas alertan que una participación estatal podría implicar condiciones de control más estrictas o incluso dilución para los accionistas actuales si no se acompaña de nuevo capital fresco.
También queda por ver cómo se resolverán los desafíos propios del proyecto. Thacker Pass todavía enfrenta trámites regulatorios, cuestionamientos ambientales y la presión de los precios internacionales del litio, que han mostrado fuertes altibajos en los últimos dos años. Aun así, la señal política de respaldo desde la Casa Blanca otorga un aire de mayor estabilidad y confianza a largo plazo.
Un eco que llega a Latinoamérica
Aunque este movimiento se concentra en Nevada, sus repercusiones se sienten hasta el sur del continente. América Latina concentra las mayores reservas de litio del mundo, y países como Argentina, Chile y Bolivia miran de cerca cómo Estados Unidos decide intervenir directamente en la propiedad de una empresa minera. La competencia por atraer inversiones estratégicas podría intensificarse, y los modelos de explotación —desde estatales hasta mixtos— volverán al centro del debate.
Conclusión
El posible ingreso del gobierno de Estados Unidos en Lithium Americas no solo catapultó a la empresa en bolsa, sino que también envió un mensaje claro: los minerales críticos ya no son un tema exclusivo de las compañías privadas, sino un asunto de seguridad nacional. Para los inversionistas, el entusiasmo es grande, pero también los riesgos. Para Latinoamérica, la lección es evidente: la carrera por el litio se acelera y los países de la región tendrán que decidir si juegan como simples exportadores o como actores estratégicos en el tablero global.