Durante el segundo trimestre de 2025, Chile sorprendió con un crecimiento económico más sólido de lo esperado. El impulso vino desde el consumo privado, especialmente en servicios, alimentos y productos básicos, junto con una inversión que empezó a dar señales de recuperación. Pese a un contexto internacional incierto y a un trimestre con menos días hábiles, la economía chilena mantuvo un tono expansivo.
El detalle más llamativo está en el comportamiento del ahorro. En contraste con lo que suele ocurrir cuando el consumo se acelera, la tasa de ahorro agregado del país subió durante el último año. Esto se debe principalmente a las utilidades retenidas por las empresas y al fortalecimiento del sector financiero, que actúan como los grandes contenedores del ahorro nacional.
Los hogares, en cambio, no han tenido la misma suerte. Aunque los ingresos han mejorado ligeramente, el aumento del costo de la vida y la necesidad de mantener niveles de gasto similares a los previos a la pandemia han limitado la capacidad de ahorro familiar. Es decir, mientras las empresas guardan más, las familias están gastando más.
Este fenómeno, aunque parece contradictorio, puede tener explicación en el ciclo económico que vive el país. El mayor dinamismo del sector exportador, junto con la estabilidad del tipo de cambio y la moderación de la inflación, están generando espacio para que ambos movimientos —ahorro y consumo— se sostengan simultáneamente.
Sin embargo, los riesgos no desaparecen. Si el consumo se expande más rápido que los ingresos, podría generarse un aumento en la deuda de los hogares o presiones inflacionarias futuras. Por otro lado, si el ahorro sigue concentrado en pocas manos, las brechas entre empresas y familias podrían ampliarse.
Para el mercado financiero, este escenario ofrece oportunidades. La existencia de ahorro interno puede reducir la dependencia del financiamiento externo y apoyar nuevas inversiones locales. Pero la clave estará en cómo se canalicen esos recursos: si van hacia la productividad y el crecimiento sostenido o se quedan atrapados en el circuito financiero.
En definitiva, Chile atraviesa un momento interesante: una economía que crece con consumo activo, ahorro fortalecido y empresas en buena posición financiera. El desafío está en equilibrar esas fuerzas para que el impulso actual se traduzca en bienestar y desarrollo compartido.