Cuando se habla de riqueza financiera per cápita, no se trata del ingreso mensual o anual, sino del valor total de los activos financieros —cuentas, inversiones, acciones, bonos y fondos— menos las deudas de cada persona. Bajo esa métrica, Chile se alza como el país más acaudalado de la región, superando a economías de mayor tamaño como México o Brasil, y entrando incluso al top 50 mundial en el ranking de riqueza por habitante.
Este avance se explica en gran parte por la estructura del sistema de pensiones, que ha acumulado importantes volúmenes de ahorro invertidos en los mercados financieros. A ello se suma una cultura de inversión individual cada vez más extendida y una valorización positiva de los activos financieros, que ha permitido que el patrimonio de los chilenos crezca incluso en años de bajo dinamismo económico. En total, la riqueza financiera del país ya supera los US$ 600 mil millones, lo que refleja la madurez del mercado de capitales chileno.
Sin embargo, este éxito tiene una cara menos luminosa. La concentración de riqueza es uno de los mayores desafíos estructurales: el 1 % más rico del país concentra una parte significativa del patrimonio total, mientras buena parte de la clase media y baja carece de acceso a instrumentos financieros que les permitan hacer crecer su dinero. El promedio patrimonial aumenta, sí, pero la mediana sigue estancada, lo que muestra que la mayoría de los hogares aún no percibe este auge.
Otro punto de atención es la vulnerabilidad ante el contexto global. Si los mercados internacionales se ajustan o entran en crisis, el patrimonio financiero de los chilenos podría verse afectado rápidamente. Por eso, varios expertos plantean que el país necesita una estrategia de inclusión financiera más ambiciosa, acompañada de políticas tributarias modernas que fomenten la equidad y reduzcan la evasión.
Chile tiene la oportunidad de convertir este liderazgo en un modelo de desarrollo sostenible y equitativo. La clave será que esta riqueza no quede solo en el papel o concentrada en unos pocos, sino que sirva para fortalecer la economía real y mejorar la calidad de vida de más familias.