Ecuador entra en 2024 con desafíos más grandes de lo esperado. El Banco Mundial ha reducido su pronóstico para este año a un modesto crecimiento de 0,3 %, una cifra que lo posiciona entre las economías más rezagadas de la región. Esa revisión evidencia la preocupación por los obstáculos que enfrenta el país, desde debilidades estructurales hasta efectos negativos de shocks externos.
Para 2025, el organismo es algo más optimista y prevé un repunte hacia el 1,9 %. Pero ese repunte no será automático: dependerá de decisiones capaces de desmontar los cuellos de botella que han frenado sistemáticamente al Ecuador. El reto está en reactivar la economía sin desbalancear las finanzas públicas.
Entre los factores que explican esta cautela destacan las limitaciones en infraestructura, que encarecen la producción y reducen competitividad; la crisis energética, que afecta la industria y desalienta inversión; y la falta de diversificación productiva, que mantiene al país dependiente del petróleo y otros commodities. A esto se suman restricciones fiscales y tensiones políticas que complican la toma de decisiones a largo plazo.
Mientras tanto, el Banco Central de Ecuador proyecta un panorama mucho más optimista. Según sus estimaciones, el PIB podría crecer 3,8 % en 2025, impulsado por mayor inversión pública y privada. Sin embargo, los analistas advierten que ese escenario positivo requerirá estabilidad política, seguridad jurídica y una estrategia clara para dinamizar sectores estratégicos.
El mensaje del Banco Mundial es claro: Ecuador necesita reformas profundas para recuperar su potencial. Sin inversión en infraestructura, energía y diversificación económica, cualquier repunte será temporal. El 2025 podría marcar un punto de inflexión, pero solo si el país actúa con decisión y coherencia.