La decisión fue tomada por mayoría dentro del directorio, y refleja una lectura cautelosa del escenario: la inflación total en agosto llegó al 5,1 %, mientras que la inflación básica —sin alimentos ni precios regulados— rondó el 4,8 %. Esas cifras están por encima de las previsiones del equipo técnico y sugieren que la convergencia hacia la meta del 3 % será más lenta de lo esperado.
El crecimiento económico también juega su papel. En el segundo trimestre de 2025 la economía colombiana avanzó alrededor de 2,5 %, impulsada por un consumo firme y una recuperación en inversión, especialmente en obras civiles y equipo. Esa demanda interna sugiere que la economía aún tiene dinamismo, lo cual puede alimentar presiones sobre los precios.
Además de los factores internos, el Banco tuvo muy presente el panorama global: la normalización de las tasas de interés en Estados Unidos, las tensiones geopolíticas y la vulnerabilidad en los mercados emergentes. También se ha sumado la preocupación por las finanzas públicas del país, con un déficit que limita el espacio para maniobrar.
Entre los miembros de la Junta hubo desacuerdo: cuatro directores optaron por mantener la tasa, mientras dos favorecieron una reducción de 50 puntos básicos y uno propuso bajar 25 puntos. Esa división revela la tensión entre quienes prefieren estimular la actividad y quienes priorizan el control inflacionario.
Para el Gobierno, esta decisión fue una señal que molestó: esperaba movimientos más agresivos para reactivar la economía. Por su parte, la Junta defendió su independencia técnica. La postura adoptada deja claro que, de ahora en adelante, cualquier cambio será gradual y condicionado a la evolución de la inflación, sus expectativas, la actividad económica y los riesgos externos.
En cuanto a tu bolsillo, no hay alivio inmediato: los créditos de consumo, vivienda o empresas seguirán con tasas elevadas. Eso implica que seguirás pagando más por préstamos, y es probable que las compras a plazos se vuelvan más guardadas. Las empresas también sentirán la presión ante un costo de capital más alto, lo que puede frenar inversiones o dilatar proyectos.
Este escenario no es permanente. Si los próximos meses muestran una baja constante en la inflación, un mejor control fiscal y un entorno externo más calmado, el Banco podría empezar a considerar rebajas. Pero en este momento, la tasa se mantiene firme como un ancla frente a la incertidumbre.