Con el decreto publicado a finales de junio de 2025, el Gobierno nacional cambió las reglas del juego para las importaciones. A partir de ahora, gran parte de los productos que antes ingresaban exentos del Impuesto al Valor Agregado deberán pagarlo, salvo aquellos incluidos en una lista específica que el Ejecutivo mantiene bajo control del Comité de Comercio Exterior. En teoría, esta medida busca ordenar el flujo de mercancías y aumentar la recaudación, pero en la práctica introduce incertidumbre, retrasos y una carga fiscal que muchos importadores no tenían prevista.
Para compensar parcialmente, el Ejecutivo emitió el decreto 5.146, que concede exoneraciones parciales y temporales a ciertos bienes estratégicos. Sin embargo, estas excepciones son limitadas y dependen de trámites administrativos que, como suele ocurrir, no siempre se procesan con rapidez. Esto significa que gran parte de la carga navideña que ya se mueve por los puertos podría llegar al país con nuevos costos incorporados.
En los muelles de Puerto Cabello y La Guaira se registra un aumento notable de actividad. Más buques descargan contenedores con productos de temporada —desde electrodomésticos y alimentos hasta adornos y ropa— en un intento de garantizar que la oferta navideña no se quede corta. No obstante, el esfuerzo choca con una realidad bien conocida: el parque automotor del transporte de carga está obsoleto, con camiones que superan las cuatro décadas de uso. Esta situación eleva los tiempos de traslado y el riesgo de pérdida o deterioro de mercancías.
El transporte interno se convierte así en el punto más delicado de la cadena. Los fletes, que no han sido ajustados a la inflación, resultan insuficientes para cubrir el mantenimiento y combustible de las unidades. Muchos transportistas prefieren quedarse parados antes que asumir viajes que les generen pérdidas. La consecuencia es predecible: mayor costo logístico, retrasos y escasez temporal en los puntos de venta.
Mientras tanto, el sector comercial proyecta una leve recuperación en las ventas de fin de año, impulsada por el entusiasmo que suele acompañar la temporada decembrina. Sin embargo, las expectativas se mantienen cautelosas. Si los productos importados llegan más caros o con retraso, los comerciantes temen que la demanda no alcance los niveles esperados.
A este escenario se suma el contexto macroeconómico: una inflación que sigue por encima del 200 % anual y un tipo de cambio que se mantiene inestable. Cada variación del dólar termina afectando los costos de importación, y a su vez, los precios al consumidor final. El bolívar pierde fuerza, y con él, el margen de maniobra del comercio formal.
En síntesis, la Navidad 2025 llega con una mezcla de luces y sombras. Hay movimiento en los puertos, planes de abastecimiento y un evidente deseo de dinamizar la economía. Pero también hay trabas: impuestos nuevos, transporte envejecido y una carga fiscal que amenaza con restarle brillo a las vitrinas. Venezuela busca repetir el milagro del consumo navideño, aunque el reto, esta vez, es lograr que los productos lleguen, y que los precios no espanten la alegría.