Desde que el Congreso aprobó la vacancia presidencial, el ambiente político y económico del Perú ha entrado nuevamente en terreno movedizo. La atención de los inversionistas se centra ahora en el Ministerio de Economía y Finanzas, una cartera que podría marcar el rumbo del país durante los próximos meses. Las casas de inversión, bancos y analistas coinciden en que lo más importante no será el nombre del nuevo ministro, sino su capacidad para mantener el orden fiscal y la estabilidad del tipo de cambio.
El Banco Central ha tratado de enviar mensajes de calma, recordando que los fundamentos de la economía peruana siguen siendo sólidos. Sin embargo, los mercados reaccionan más a la percepción que a las estadísticas. Si el nuevo ministro no proyecta solvencia técnica o independencia política, la volatilidad podría aumentar rápidamente.
En las últimas semanas, el precio del dólar se ha mantenido en niveles altos, rozando los S/3.80, mientras que el tipo de cambio ha mostrado ligeros repuntes ante la incertidumbre. En este contexto, la decisión sobre el MEF se convierte en una señal clave para el rumbo financiero del país. Los agentes económicos esperan que el gobierno apueste por un perfil técnico que brinde confianza tanto dentro como fuera del país.
A todo esto se suma la inminente salida de Julio Velarde del BCR, quien ya adelantó que no continuará al mando del ente emisor. Su retiro generará una segunda etapa de incertidumbre institucional, dado que el mercado valora su figura como símbolo de estabilidad y prudencia monetaria. Las miradas también se dirigen a su sucesor, pues el equilibrio entre el BCR y el MEF será determinante para mantener la estabilidad cambiaria y la inflación bajo control.
Las próximas semanas serán decisivas. Cada declaración, cada designación y cada gesto del Ejecutivo pesará en la confianza de los mercados. En un contexto tan frágil, la economía peruana no puede darse el lujo de improvisar. La continuidad técnica, el respeto a la autonomía institucional y la transparencia en las decisiones serán la base para reconstruir la estabilidad y recuperar el impulso de la inversión privada.
El reto para el nuevo ministro será enorme: devolver la calma sin caer en discursos populistas ni en medidas cortoplacistas. La tarea inmediata será reafirmar que el Perú mantiene un rumbo previsible, responsable y confiable para los inversionistas. El país tiene la solidez, pero necesita nuevamente dirección.