Desde Washington hasta Buenos Aires, la conversación gira en torno a ese supuesto paquete de ayuda por US$ 20.000 millones que el gobierno argentino busca sellar con el respaldo del Tesoro estadounidense. El secretario Scott Bessent indicó que negocian una línea swap con el Banco Central argentino para “prevenir volatilidad excesiva”. Hasta ahora, sin embargo, ese auxilio sigue siendo una promesa sin letra chica: no se conocen plazos, tasas ni garantías concretas.
Mientras tanto, el Ejecutivo argentino envió a su ministro de Economía, Luis Caputo, a EE.UU. para avanzar con las negociaciones. La expectativa es que en la reunión que Milei tendrá con Trump se concreten los mecanismos de apoyo. Pero ese respaldo no surge en un contexto neutro: dentro del propio Partido Republicano ya hay resistencias, y algunos legisladores demócratas critican que la ayuda perjudique a sectores agrícolas de EE.UU.
Aunque el anuncio generó optimismo inicial, los mercados fruncieron el ceño. En una sola semana el peso cayó cerca de un 6,5 % frente al dólar. Los bonos argentinos se debilitaron, la prima de riesgo escaló y algunos inversores interpretan que el respaldo americano aún no tiene el peso suficiente para enderezar la situación. Las intervenciones del Tesoro argentino en el mercado cambiario muestran que el gobierno siente la urgencia de contener la presión sobre la moneda.
¿Por qué ese auxilio no basta? Porque la economía argentina tiene heridas profundas. Un auxilio puede dar aire, pero no corrige desequilibrios internos: el déficit fiscal que no se cierra, las expectativas de devaluación futura, la fuga de capitales o la pérdida de confianza de quienes mueven grandes montos de dinero. Mientras esos factores sigan activos, el peso seguirá vulnerado.
Además, la ayuda puede convertirse en una espada de doble filo si no se acompaña con reformas claras y creíbles. Si los agentes del mercado ven que Argentina no puede sostener las condiciones de repago o falta voluntad política de ajustar, el anuncio servirá de poco. En definitiva: los dólares ayudan, pero la estabilidad se construye con decisiones.
El respaldo de Trump le da al gobierno argentino una bocanada de oxígeno político y un argumento fuerte frente a los desafíos externos. Pero para que funcione como estabilizador cambiario, necesitará que ese apoyo se traduzca en condiciones tangibles, previsibles y confiables. De lo contrario, será solo un episodio espectacular en una crisis que exige más que titulares.