El mercado del alquiler en Ecuador atraviesa un momento crítico. Cada mes, más familias sienten el peso de los incrementos en su presupuesto, porque el costo de arrendar una vivienda no deja de crecer mientras los salarios se mantienen prácticamente congelados. Hoy, más de un millón de familias ecuatorianas viven en propiedades arrendadas, y eso convierte al arriendo en uno de los principales gastos del hogar.
En ciudades como Quito, el alquiler promedio de un departamento de dos habitaciones ronda los USD 490 mensuales, mientras que el salario neto promedio apenas llega a USD 510. En otras palabras, el arriendo puede consumir hasta dos tercios del ingreso mensual de una persona. En Guayaquil, los valores varían entre USD 200 y más de USD 1 000, dependiendo del tamaño, ubicación y características del inmueble. En Cuenca, los precios se mueven entre USD 290 y USD 560, según la zona.
La raíz del problema está en la brecha entre oferta y demanda. Cada año más ecuatorianos optan por alquilar, ya sea por la dificultad de acceder a un crédito hipotecario o por la incertidumbre económica, pero la oferta de viviendas disponibles no crece al mismo ritmo. Muchos nuevos proyectos inmobiliarios están enfocados en la venta, no en el arriendo, lo que agrava la falta de opciones.
Las zonas más afectadas por el incremento de precios son las de mayor atractivo urbano. En Quito, sectores como Cumbayá, Iñaquito o Itchimbía encabezan la lista de los más caros, con valores que superan los USD 500 o 600 mensuales. En Guayaquil, los arriendos más altos se concentran en la zona norte y en áreas con servicios y seguridad privada. En cambio, en barrios más alejados o en ciudades intermedias como Ambato o Manta, los precios aún son más accesibles, pero comienzan a subir a medida que crece la demanda.
Para los inversionistas, el panorama es mixto. Por un lado, la rentabilidad bruta anual de un inmueble arrendado puede alcanzar entre 5 % y 7 %, especialmente en zonas de alta demanda. Sin embargo, los costos de construcción, el mantenimiento y la morosidad de los inquilinos también van en aumento. Además, la economía del país no atraviesa su mejor momento, y un descenso en la capacidad adquisitiva podría frenar la demanda o presionar los precios a la baja en algunos segmentos.
A nivel macroeconómico, la situación refleja los desafíos estructurales del país. El acceso al crédito sigue restringido, los costos de vida se elevan y la inflación golpea especialmente a los sectores medios y bajos. En este contexto, alquilar una vivienda se vuelve más difícil cada mes, y los hogares ajustan su presupuesto sacrificando otros gastos esenciales.
De cara a 2025, los expertos prevén que el precio de los arriendos siga aumentando, aunque con un ritmo más moderado. Crecerá la búsqueda de viviendas en zonas periféricas o suburbanas, donde los precios son más bajos y hay espacio para nuevos desarrollos. También se espera un auge de los alquileres digitales y de corto plazo, impulsados por el turismo y el teletrabajo.
En conclusión, el mercado del arriendo en Ecuador se ha convertido en un termómetro del costo de vida del país. Para los inquilinos, cada renovación de contrato representa un reto. Para los inversionistas, puede ser una oportunidad si se analiza bien la ubicación y la demanda. Lo cierto es que el techo, más que nunca, se ha convertido en un lujo que pesa sobre el bolsillo ecuatoriano.