El paralelismo con lo ocurrido hace más de veinte años surge de inmediato. En aquel entonces, el entusiasmo estaba en las telecomunicaciones y el internet, con un crecimiento que parecía infinito hasta que llegó el desplome. Hoy la historia se escribe alrededor de la inteligencia artificial, un sector que ha captado miles de millones en inversión y que ha impulsado las acciones de gigantes tecnológicos como Nvidia, Microsoft y Alphabet. La diferencia clave, según los especialistas, es que ahora se trata de compañías consolidadas, con balances sólidos y una demanda creciente de sus productos y servicios.
Sin embargo, los riesgos no desaparecen. La propia Reserva Federal mantiene una política monetaria restrictiva y los tipos de interés en niveles altos. Esto significa que cualquier corrección podría sentirse con fuerza en todo el sistema financiero. Aunque la inteligencia artificial tiene un potencial transformador real, la rapidez con la que se han inflado las valuaciones genera dudas sobre si el mercado no está repitiendo patrones de sobreentusiasmo que ya se vieron en el pasado.
Powell no habló directamente de una burbuja, pero dejó claro que la Fed observa con atención la estabilidad de los mercados. Su comentario fue interpretado como un recordatorio de que incluso las tendencias más prometedoras pueden convertirse en riesgos cuando se mezclan con expectativas desmedidas.
En conclusión, Wall Street navega entre el optimismo por la revolución tecnológica y el temor a que la historia vuelva a repetirse. Para los inversionistas, la gran tarea será distinguir entre el verdadero valor que genera la inteligencia artificial y el ruido especulativo que inevitablemente acompaña a cada ciclo de euforia en los mercados.